Crónica y fotos: Sergio García Lavilla
Concierto perteneciente al Festival Alma Occident Madrid, nuevo en Madrid, pero con una trayectoria amplia en Barcelona, bajo el nombre de Festival Jardín de Pedralves. El recinto elegido es el Parque Tierno Galván, una vez que el Tomavistas se ha mudado a la Caja Mágica (por motivos logísticos) quedaba libre un espacio ideal para este tipo de eventos, a la altura de las Noches del Botánico.
Dentro de los conciertos programados, el de Róisín Murphy y Alisson Goldfrapp, me resultaba muy atractivo, sobre todo porque estamos hablando de dos auténticas divas del synth pop, con toques de trip-hop y house, clásicos de los clubs de los 90’s. Las vocalistas de los grupos más emblemáticos de la época como eran Moloko y Goldfrapp, nos citaban para presentarnos sus dos últimos trabajos en Solitario, Hit Parade y The Love Invention respectivamente.
Después del caótico Road to Babel (que acabará pagando el festival Rio Babel), encontrarse un evento tan bien organizado y con una venta acorde al aforo se agradece, sobre todo con las temperaturas que empiezan a subir en la capital.
La primera en aparecer es Alisson Goldfrapp acompañada de dos bailarinas que no pararon de moverse en todo el evento. El look sencillo y sobrio de la banda, en el que el negro era el color predominante, hacía que nos fijáramos en la gran diva, oculta en un principio tras unas gafas negras a lo Debbie Harris.
Abriendo con Love Invention nos mostró que, pese a sus 50 años, está como en los 90, movimiento, voz, conexión con el público y un aura de diva que pocas tienen en la actualidad. Si a todo esto le sumas temas de Goldfrapp como Believer y Number 1 el inicio no puede ser mejor. Los temas de su disco en solitario destilan un refinamiento acorde a su trayectoria, pero mención especial a In Electric Blue, una autentica joya que nos recuerda a la mítica Robyn, resuelto magníficamente como el Impossible que ha sacado con Royksopp.
Tema tras tema, cual sesión de pista de baile, iban cayendo temas de su último disco, como el Gatto Gelatto y Neverstop, pero donde más se lució, y con razón, fue en el bloque Goldfrapp, entre los que sonaron Ride a White Horse, Rocket, el mítico Ooh La La con un público coreando al unísono el estribillo cual Masiel en Eurovisión. Solamente quedaba despedirse con Strict Machine, quizás el tema más potente que tuvo Goldfrapp, en la que la modulación de voz de Alisson junto a los sintetizadores te eleva dos metros sobre la pista, sensual, adictiva, perfecta.
Tocaba el turno de la polifacética Róisín Murphy, que, con la intro de Andrew Lloyd Weber en modo estroboscópico, daba paso al primer tema de la noche, que no podía ser otro que Pure Pleasure Seeker de Moloko. Ataviada como una aristócrata visionada en negro con un top blanco, destilaba una gran elegancia y voz, propia de una gran diva (dicen de Madonna…..), sin parar de moverse por todo el escenario de un modo sensual.
Una impresionante banda acompañaba a la diva por su amplio repertorio disco, Dear Miami, Overpowered, CooCool, The Universe, combinado con el cambio de vestuario cual performance, al ritmo de los mejores beat discotequeros. Hay que reconocer la clase y el buen hacer la irlandesa, aderezada con unas proyecciones en directo muy bien utilizadas por la cantante, dando un toque futurista.
También había espacio para los clásicos de Moloko como eran The Time is Now o el pegadizo Sing it back, con un público entregado que no paraba de bailar y disfrutar del entorno creado por la diva casi hipnótico.
Tocaba ir cerrando la sesión, era la hora de Cenicienta, en la que tocaba volver a la realidad del día a día, pero no sin antes disfrutar de Can’t Replicate y su sample noventero de Lee Lewis y Ramalama con ese aire de cabaret alemán con la percusión gótica ante una pantalla en blanco y negro, proyectándose a todo el público, que se quedó con ganas de volverla a ver por nuestros escenarios.
Gran noche, grandes conciertos, gran espacio……….ya tocaba.
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