Crónica y fotos: Sergio García Lavilla
Concierto perteneciente al Festival Alma Occident Madrid, nuevo en Madrid, pero con una trayectoria amplia en Barcelona, bajo el nombre de Festival Jardín de Pedralbes. El recinto elegido es el Parque Tierno Galván, una vez que el Tomavistas se ha mudado a la Caja Mágica (por motivos logísticos) quedaba libre un espacio ideal para este tipo de eventos, a la altura de las Noches del Botánico.
Dentro de los conciertos programados, el de la mítica banda británica de hard rock Deep Purple, fundada en 1968 (ahí es nada) liderada por el incombustible Ian Gillan, es quizás el más importante del festival. Una banda que ha vendido más de 150 millones de discos, a lo largo sus más de 20 discos de estudio, y que está dando guerra desde 1968 con Shades of Deep Purple, es digna de estar entre los más grandes de la música.
La cita iba a reunir a casi 9.000 personas en un entorno perfecto, sin teloneros esta vez, en un concierto que sirve de adelanto de la salida en breve de su enésimo disco ‘=1’ (Julio 2024).
Los de Ian Gillan, tras cambiar al guitarrista en 2022, por salida de Steve Morse muy bien cubierta por Simon McBride, no hacían esperar a un público que llenaba todo el recinto.
Con la intro de Mars the bringer of war (Gustav Holst) saltaban los componentes de la banda, con Simon a la guitarra, el batería Ian Paice, el bajo de Roger Glover y el teclista Don Airey, pero faltaba Ian, que con la mítica entrada Nobody gonna take my car nos sacudía con el primer tema de la noche Highway Star que ponía el listón muy alto.
A bite on the side uno de los temas nuevos que saldrán en el nuevo disco era acompañado de No Need to Shout, lo que daba una pista de por donde iba a ir el concierto, mezcla de grandes éxitos con nuevas canciones para que no decayese el show.
En estos tres primeros temas, podemos apreciar que Ian Gillan mantiene una energía tremenda, disfrutando con lo que hace, pese a tener ya la voz castigada que hace que no llegue a ciertos tonos, tomándose descansos cada 2/3 temas cubiertos a la perfección tanto por Simon McBride como en dos ocasiones por Don Airey.
Primer gran solo de guitarra de unos 5 minutos que dio paso a un par de temas algo más progresivos, como son Into de Fire y Uncommon Man, que conectaron con una intro de piano (con chupito incluido) del Lazy, otra joya del Machine Head del 72.
Se va notando que la voz se va resintiendo, por lo que tras la delicada Anya, los descansos son cada tema, pero muy bien cubiertos por el segundo solo de piano, esta vez con reminiscencias clásicas que hizo las delicias del personal.
Llegaba el punto álgido del concierto, con desmayo entre el público incluido, tras Bleeding Obvius (primera vez en directo de su nuevo álbum). Es el turno de los temas de los 70 como Space Truckin (gran intro de batería y guitarra) y el gran Smoke on the Water, coreado por 9000 gargantas que estaban disfrutando como niños.
Amago de retirada, pero quedaban los bises, en este caso Hard Lovin Man con las guitarras asemejando un galope trepidante de caballos salvajes, acompañado de un teclado que hacía recordar a los solos de The Doors en Light my Fire.
Era el momento, todo estaba alineado para Hush (1968) y su na na na na, que justificaba lo que costaban las entradas. La magia que genera la banda, lo adictivo del tema, las imágenes de psicodelia sesentera, el entorno…simplemente un sueño hecho realidad.
Con Black Knight cerraban la noche y su riff de guitarra que te lleva al Olimpo del Rock, del primigenio, del original, del creado en los albores de los 70. Tras breve despedida, nos queda el recuerdo de haber visto a una banda que es parte de la historia musical del rock, que pese a tener muchos tiros pegados, mantienen la energía con la que en los 60 emprendieron el viaje hacia la Historia.
Larga vida al Rock and Roll.
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