Ni vendedor de humo, ni juglar del asfalto, ni el Dylan español, ni la leyenda del suicida, ni la de la bala perdida. El retorno del grande, del poeta utópico, del señor Sabina llevaba mucho tiempo resonando en nuestras cabezas. La noticia de que realizaba un nuevo álbum de estudio sentó al público como un verdadero chute de ilusión, y este año se pudo escuchar su nuevo trabajo, Lo niego todo. Joaquín Sabina, honesto, crudo y humilde reconocía el mérito que tenía el cantante conocido como Leiva detrás del disco, admitiendo su responsabilidad a la hora de devolverle las ganas de sentarse a escribir, como no, siempre acompañado de sus compañeros y, ya familiares, Pancho Varona y Antonio García de Diego.
Como resultado de este disco, el equipo que compone la “marca Sabina”, se ha embarcado en una nueva gira este año, con fechas tanto en España como Latinoamérica. Y el pasado día 22 de junio algunos afortunados pudimos presenciar el rencuentro de Sabina con los escenarios acallando los rumores sobre su mala salud. Se trató de un concierto estructurado en un viaje con escalas, compuesto por una primera parte dedicada a sus nuevos temas y la segunda por un camino recorriendo las viejas y no tan viejas glorias de sus grandes éxitos.
A todo esto, desde luego que no faltó su clásico bombín negro, la firma de la casa, que durante un periodo de la noche cambió por otro de color blanco; y, a medida que pasaban las dos horas y media de espectáculo, tras un par de descansos y varios vasos de agua con hielo, las capas de su traje fueron marchándose hasta dejar más cómodo en manga corta al cantante. A lo largo del concierto, Sabina quiso crear un espacio íntimo con el emocionado público desde la primera canción, para agradecerles la ovación con la que le recibieron y explicar el porqué de su orgullo hacia las nuevas composiciones. Se refirió con mucho cariño a su banda, formada por Jaime Asúa (guitarras y coros), Pedro Barceló (batería), José Miguel Sagaste (saxo y teclados), Pancho Varona (guitarras y coros) y Antonio García de Diego (teclados, guitarras y coros), y con dos nuevas inclusiones femeninas presentadas con mucho cariño: Laura Gómez Palma al bajo y Mara Barros en la percusión y los coros. Ésta última, cantó para todo el público una canción llamada «Hace Tiempo», y otra junto a Sabina llamada «Y sin embargo te quiero».
Como sorpresa de la noche, apareció sobre el escenario Leiva para hacer una tierna colaboración, que resultó del agrado del público más joven, que ha conocido más de cerca la trayectoria de éste, antes como integrante del grupo Pereza, y ahora en solitario, donde está teniendo buenísimos resultados. La noche se cerró con un bis poniendo a las gradas en pie por enésima vez, y cantando a voz en grito estribillos como los de «Contigo», «Princesa» o «Y nos dieron las diez».
Así se ponía fin a un concierto que consiguió reunir a las generaciones que crecieron de la mano con Sabina y a las que vinieron después; todas ellas se vieron influenciados por las letras, las leyendas y las anécdotas que acompañan siempre al maestro Sabina, aunque él, lo niegue todo.
Texto y fotos: Marina Robredo Neyra
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